Y el pétalo en la ermita dormitaba,
soñando una caricia tras el viento,
recorrió en un suspiro el firmamento,
y en brazos de una niña se arrullaba.
Susurrando su amor, aún palpitaba,
su perfume embriagaba aquel evento,
recorría el altar en el momento,
en que el sol en el cénit se acostaba.
Su ilusión por La Cinta se esparcía,
y a la Virgen llegaba sin tristeza,
un abrazo en el aire se escondía,
que la imagen recibe con presteza,
y al sentirlo en su cuerpo, sonreía,
haciendo aun más hermosa su belleza.
Yo he soñado en mi ayer constantemente,
y en el hoy, torpemente, me he escondido,
trataba de pasar inadvertido,
viajando por el mundo, indiferente.
Me he dejado llevar por la corriente,
de aquel rio pasado y conocido,
que llenaba de amor y colorido,
la vida que viajaba ardientemente.
Y el rio se hizo mar y se perdía,
y yo estaba al garete navegando,
volando en una nube todavía,
la vela hecha jirones, naufragando,
y pensando que nunca te perdía,
porque siempre te andaba, amor, buscando.
Y llegó la esperanza sevillana,
un día en San Martín, de Abril florido,
y el pétalo llenó de colorido,
aquel dulce rumor de mi fontana.
Hay quien dice que entró por la ventana,
viajando entre la gente sin un ruido,
nadie supo de aquel desconocido,
que llegaba a la novia esta mañana.
Tendido en el altar hay un madero,
la cruz de Jesucristo, tan amada,
se está muriendo el mundo, el gran Cordero
está diciendo adiós con su mirada,
y un soldado romano, al retortero,
con su brazo le asesta una lanzada.
Porque aquí en San Martín, hoy se venera,
tradición popular, tan arraigada,
al Cristo singular de la Lanzada,
que en Sevilla es pasión en Primavera.
Semana Santa que en la puerta espera,
revivir de aquel Cristo su cruzada,
trazando aquella senda inusitada,
que termina en el monte Calavera.
Sellasteis vuestro amor con alegría,
y el Cristo fue testigo singular,
de todos vuestros sueños, yo diría,
que este Cristo no tiene que elevar,
cual Cristo de la Vega, cierto día,
su diestra mano por poder firmar.
Cuando dos corazones, dulcemente,
se funden en la hoguera del amor,
y en el cáliz de ardiente resplandor,
refrenan su pasión constantemente,
es que quieren vivir serenamente
esta vida que baila alrededor,
tantas veces locura y corredor,
y otras muchas, canción indiferente.
Yo quisiera deciros tantas cosas,
que suenen a verdad, como la vida,
que embriaguen nuestra sed, como las rosas,
que brillen como luz siempre encendida,
que seáis como dos piedras preciosas,
de una mina profunda y conocida.
Ya no estoy, como ayer, en esta estancia,
soñando atardeceres sin medida,
ya no tengo mi dedo en esta herida,
que sangraba, mi amor, en abundancia.
Te he encontrado esta tarde en mi ignorancia,
y he sentido tu risa desmedida,
navegar por mi cielo, desprendida,
igual que una paloma en la distancia.
No te tengo que estar siempre buscando,
te tengo y ya es bastante, vida mía,
por los ojos del mundo estoy mirando,
y te veo tan cerca en este día,
que solo y sin querer estoy llorando,
igual que lloras tú, con alegría.
O.Z.M.