Tu consejo
Le diste el corazón a todo el mundo,
el amor respiraba en tu sentido,
tu razón siempre fue nuestro alarido,
que surca el rio por lo más profundo,
por allí donde pasa, moribundo,
tal vez callado, pero no dormido,
tratando de ocultar su cruel rugido,
que fuera para ti, canto fecundo.
Destilar vuestro propio sentimiento
por el filtro de amor de la esperanza,
nos decías, con tal convencimiento
que era siempre tu voz, la suave lanza
que surcando veloz el firmamento,
su objetivo final, siempre lo alcanza.
Tu prudencia
Llevabas dentro de tu amor cristiano,
la dulce juventud de tu prudencia,
las más tierna caricia de clemencia,
que se hace arrullo en el andar mundano,
cuando pasa el amigo de la mano
de un olvido, sin rumbo y transparencia,
que deja a la razón sin consecuencia,
y al propio corazón sin un hermano.
Supiste siempre valorar la vida,
y abrirte a los demás, y toda darte,
sin dudas ni ambiciones, sin medida,
buscando sin cesar la mejor parte
de aquel que conocieras, convencida,
que así lo ansiabas tú para entregarte.
La tarde
Cuántas veces sentada cada día,
a mi vera, soñando ilusionada,
veíamos la tarde recostada,
cayendo silenciosa en su agonía.
Y miles de vencejos, a porfía,
volaban con su voz alborotada,
formando remolinos, en bandada,
tal vez cantando por tu mejoría.
Pero un día, quizás el más ardiente,
mirando aquel paisaje, vi el reguero
de una gota bajando la pendiente
de tu dulce mejilla, fue el sendero
de mi llanto brutal e intermitente,
pues me estabas diciendo que me muero.
La primavera
Que siempre te gustó la Primavera,
Que siempre te gustó la Primavera,
por su tierno equilibrio y su bonanza,
por su luz y sus flores, de esperanza
tú siempre la pintabas, compañera.
Y fuiste de tus plantas jardinera,
cuidadora simpar y amiga a ultranza,
que hablándolas, regabas sin tardanza,
porque nunca esperabas que lloviera.
Fíjate en la estación que estoy nombrando,
porque tiene, también, su buena estrella.
Tantas veces la estabas añorando,
que al final en tu amor dejó su huella,
pues te fuiste en su cola navegando,
diciéndonos adiós, siempre tras ella.
Nuestra casa
No puedo deambular por la morada,
que fuera nuestro hogar recientemente,
porque tú en cada palmo estás presente,
de toda tu ilusión está inundada.
No puedo descubrir con la mirada,
ningún espacio en su habitual ambiente
despojado de ti. Y ahora silente,
estás en esta casa idolatrada.
Me has dejado muy solo Auxiliadora,
aunque tengo a tus hijas a mi vera,
que yo sé que me quieren, pero ahora,
tengo yo que cruzar tu primavera,
desde esta soledad, que me devora,
desde este sin vivir que me exaspera.
Sin ti
Todo el mundo me anima y soy consciente,
pensar que el tiempo, llegará en su día,
a alejar de mi mente esta agonía,
que me lleva hasta ti constantemente.
Mas te tengo, mi amor, hoy tan presente,
que no quiero olvidarte todavía,
porque siempre serás mi compañía,
porque nunca estarás del todo ausente.
Siempre habrá una oración en mi sonrisa,
que es todo lo que tengo que entregarte,
porque ya mi cariño va con prisa,
llorando lo que siempre quise darte.
Quizás mi corazón de ti precisa,
porque solo no va a ninguna parte.
O.Z.M.