lunes, 30 de enero de 2012

AÑORANZA Y AMOR -IV

                    


                   Tu consejo

    Le diste el corazón a todo el mundo,
el amor respiraba en tu sentido,
tu razón siempre fue nuestro alarido,
que surca el rio por lo más profundo,
por allí donde pasa, moribundo,
tal vez callado, pero no dormido,
tratando de ocultar su cruel rugido,
que fuera para ti, canto fecundo.
     Destilar vuestro propio sentimiento
por el filtro de amor de la esperanza,
nos decías, con tal convencimiento
que era siempre tu voz, la suave lanza
que surcando veloz el firmamento,
su objetivo final, siempre lo alcanza.

                    Tu prudencia

    Llevabas dentro de tu amor cristiano,
la dulce juventud de tu prudencia,
las más tierna caricia de clemencia,
que se hace arrullo en el andar mundano,
cuando pasa el amigo de la mano
de un olvido, sin rumbo y transparencia,
que deja a la razón sin consecuencia,
y al propio corazón sin un hermano.
     Supiste siempre valorar la vida,
y abrirte a los demás, y toda darte,
sin dudas ni ambiciones, sin medida,
buscando sin cesar la mejor parte
de aquel que conocieras, convencida,
que así lo ansiabas tú para entregarte.

                    La tarde

     Cuántas veces sentada cada día,
a mi vera, soñando ilusionada,
veíamos la tarde recostada,
cayendo silenciosa en su agonía.
     Y miles de vencejos, a porfía,
volaban con su voz alborotada,
formando remolinos, en bandada,
tal vez cantando por tu mejoría.
     Pero un día, quizás el más ardiente,
mirando aquel paisaje, vi el reguero
de una gota bajando la pendiente
de tu dulce mejilla, fue el sendero
de mi llanto brutal e intermitente,
pues me estabas diciendo que me muero.
                                                                                                                             
                    La primavera

    Que siempre te gustó la Primavera,
por su tierno equilibrio y su bonanza,
por su luz y sus flores, de esperanza
tú siempre la pintabas, compañera.
      Y fuiste de tus plantas jardinera,
cuidadora simpar y amiga a ultranza,
que hablándolas, regabas sin tardanza,
porque nunca esperabas que lloviera.
     Fíjate en la estación que estoy nombrando,
porque tiene, también, su buena estrella.
     Tantas veces la estabas añorando,
que al final en tu amor dejó su huella,
pues te fuiste en su cola navegando,
diciéndonos adiós, siempre tras ella.

                   Nuestra casa

      No puedo deambular por la morada,
que fuera nuestro hogar recientemente,
porque tú en cada palmo estás presente,
de toda tu ilusión está inundada.
     No puedo descubrir con la mirada,
ningún espacio en su habitual ambiente
despojado de ti. Y ahora silente,
estás en esta casa idolatrada.
     Me has dejado muy solo Auxiliadora,
aunque tengo a tus hijas a mi vera,
que yo sé que me quieren, pero ahora,
tengo yo que cruzar tu primavera,
desde esta soledad, que me devora,
desde este sin vivir que me exaspera.

                    Sin ti

      Todo el mundo me anima y soy consciente,
pensar que el tiempo, llegará en su día,
a alejar de mi mente esta agonía,
que me lleva hasta ti constantemente.
      Mas te tengo, mi amor, hoy tan presente,
que no quiero olvidarte todavía,
porque siempre serás mi compañía,
porque nunca estarás del todo ausente.
      Siempre habrá una oración en mi sonrisa,
que es todo lo que tengo que entregarte,
porque ya mi cariño va con prisa,
llorando lo que siempre quise darte.
       Quizás mi corazón de ti precisa,
porque solo no va a ninguna parte.
                                                                                                                             
                          O.Z.M.

martes, 24 de enero de 2012

AÑORANZA Y AMOR - III

                    Mi Soledad

Dadme fuerzas, Señor, que es importante,
 -si aún la sigo llorando todavía-
para estar en su alegre compañía,
aunque fuera callado acompañante.
     Déjame que la quiera como amante,
déjame que suspire en su alegría,
déjame que le cuente, día a día,
cómo vivo mi vida cada instante.
     Déjala que me siga acompañando,
en esta soledad donde me pierdo,
porque así viviré siempre soñando,
que estoy con ella, en su ilusión y cuerdo,
porque siga mi amor hoy suspirando,
aunque fuera tan solo en su recuerdo.

                     Tu amor

     Déjame que me asombre su grandeza,
su locura de amor, su valentía,
la hermosura interior que ella tenía,
su enorme corazón, su gentileza,
para amarnos a todos con firmeza,
desde aquel pedestal de fantasía,
donde siempre reinaba la alegría,
y jamás el dolor y la tristeza.
     Cuánto aprendimos de su amor sincero,
de su sabio consejo madurado,
de su alegre soñar tan duradero,
de su dulce mirar iluminado,
que te estaba diciendo que te quiero,
aunque fuera en silencio y apagado.

                       Tu confianza

     Yo quisiera, Señor, sentir su canto,
tener la misma fe que ella portaba,
vivir en ese Edén que tanto ansiaba,
imperio de tu amor eterno y santo.
     Yo también creo en ello, más mi llanto,
no me deja pensar, porque la amaba,
y por ello, tal vez, nunca esperaba
que en su ausencia, mi amor sufriera tanto.
     Yo estaba en el umbral de su confianza,
soñando en el portal de su alegría,
llamando sin cesar a su esperanza.
     Siempre quise pensar que yo me iría,
delante, por mi edad. No se me alcanza,
que este viaje final, detrás lo haría.

                   Tu entereza
 
    Déjame que me impregne en su entereza,
déjame contagiarme en su frescura,
llévame por la senda de locura,
que acaba más allá de mi torpeza.
      Deja, al menos, que tenga mi cabeza,
sentada en el diván de su hermosura,
para que sepa que el amor madura
con el tiempo, y se llena de grandeza.
     Déjame que solloce eternamente,
aunque luego, quizás, venga cansado,
de rodar por la vida tristemente,
con la vieja rutina a mi costado,
y un vivir sin vivir que es consecuente,
de su ausencia vital junto a mi lado.

                       Tu memoria

     Déjame resbalar por mi consciencia,
recordando su ayer, con valentía.
     Era tan ordenada, que sabía,
donde estaban las cosas, su presencia.
     Qué memoria tenía y qué paciencia,
que estando casi en Ti, me repetía,
dónde estaba aquel traje, que en su día,
tuviera que ponerme, tras su ausencia.
     Y a sus hijas también les indicaba,
dónde estaban sus cosas más queridas.
     Con qué dulce placer, ella guardaba,
las perlas más lejanas, más sentidas.
     Con su letra y su nombre las marcaba,
porque nunca se dieran por perdidas.

                     Tu cristianismo

     Déjame que esta tarde tan sentida,
recuerde su entereza con ternura:
“que venga el sacerdote con premura
y llamad a mi amiga preferida,
para darle un adiós de despedida”.
     Y llegó el capellán hasta tu altura,
sentada estabas en la cama, hondura
de enorme fortaleza  reprimida.
     Me dijo el capellán: “es imposible
que esta buena mujer vaya a ausentarse,
será cierto, pero es inconcebible,
sobre todo después de confesarse”.
     Así eras tú, mi amor, dulce y sensible,
que ayuda a los demás a levantarse.

                         O.Z.M.                                                                                                            

martes, 17 de enero de 2012

AÑORANZA Y AMOR - II

                                                                                                                                           
       La muerte
   
 Jamás tuve presente, que la muerte,
nunca esperada y por demás, maldita,
pasara su tarjeta, previa cita,
cuando menos lo esperas, y se advierte,
que siempre llega pronto a conocerte,
que nunca llega tarde a su visita,
buscando con el dedo a quien transita,
por la ruleta de la ignota suerte.
     Ya han pasado seis meses y he sabido,
que aquella Navidad, la más reciente,
dejaste en los turrones tu apellido,
y en la sidra el perfume maloliente
que exhala tu semblante corrompido.
     Yo te maldigo, ¡oh! muerte intransigente.
                      
                    Tu valentía

      Y aunque no quiero hablar de tu llegada,
porque tengo mi amor entristecido,
sí te quiero decir, como marido,
que me has dado una enorme puñalada,
y a mis hijas también, ¡oh! desgraciada.
     Te has llevado a mamá, como es sabido,
rompiendo su esperanza, y su atrevido
valiente caminar por la estacada,
que siempre ella creyera superable,
y nos diste seis meses para amarla
y llorarla también, por admirable,
para estar todos juntos y abrazarla,
para hollar su camino intransitable,
más allá del amor, y no olvidarla.

                   Seis meses

     Seis meses comprimidos, no es bastante
para estar en su tierna compañía,
tuviera, al menos, que tener el día
las horas infinitas por delante.
     Su amor era tan grande y tan galante,
que tan solo al mirarla se sentía.
     Respiraba el candor y lo ofrecía
como un soplo de luz, en un instante.
     Pero al menos seis meses han servido,
para hacer una piña en nuestra vida,
un equipo de ayuda siempre unido,
un ansia enorme de ocultar la herida,
un llorar sin llorar, triste y sentido,
una dulce esperanza sin salida.

                   El altar
   Estuvimos seis meses contemplando
tu valor y firmeza ante el altar,
donde siempre se hallaba tu mirar,
por la mesa de noche deambulando.
    Pasaste muchas horas desgranando
las cuentas de un rosario en tu pulgar,
¡que esta lucha la tengo que ganar!,
a todos nos decías, suspirando.
     Y a ese Cristo de Limpias, a tu frente,
que siempre es de mi pueblo, luz y guía,
con cuanto amor, teniéndole presente,
tu propia curación yo le pedía,
esperando el milagro consecuente,
para mañana, o tal vez otro día.

                   Tu Virgen

    Y a esa Virgen, bonita y soberana,
que llevaba tu nombre y era amada,
porque fue de tu padre abanderada,
patrona del colegio y Salesiana.
     Con cuanto amor llamaste a su ventana,
con los nudillos de tu fe arraigada,
buscando sin cesar con la mirada,
respuesta a tu ilusión siempre cristiana.
     La adorabas con toda tu alegría,
porque fue de tu padre consejera,
protectora de amor, su compañía,
pues fuiste con tres meses tan siquiera
la huérfana infeliz, en su agonía,
hija amante, y más buena compañera.

                     Tu ejemplo

     Rezar siempre por mí, no quiero veros
llorar por los rincones, en mi ausencia,
quiero siempre advertir vuestra presencia
sin brillo en vuestros ojos, tan sinceros,
porque así quiero yo, que estéis enteros,
si llegara el final de mi existencia.
     Que este mundo tan solo es penitencia,
y yo voy a buscar otros senderos.
      Más allá de la luz y la distancia,
más allá del dolor y el sufrimiento,
más allá del aroma y la fragancia
de la más bella flor del pensamiento.
      Allí estaré esperando en mi constancia,
vuestro amor y profundo sentimiento.
                                                                                                                               
                          O.Z.M.

lunes, 9 de enero de 2012

AÑORANZA Y AMOR - I

                      Mi dolor
   
  Cuarta planta, sección de urología,
horario de quirófano anunciado,
el enfermo que espera, preparado,
temblando en su interior, llamando el día
a los pies de su cama, no entendía
que tuviera la luz en su costado,
después de estar la noche, desvelado
pidiendo sin cesar su mejoría.
   Por la sonda del suero intermitente,
apenas sin que acabes de enterarte,
llegará el dulce sueño, pertinente
previsto, por demás, para operarte.
   ¿Se te ocurre pensar, siendo paciente,
si no llegaras nunca a despertarte?.

                     Mi compañía

    Tendida en un sofá desvencijado,
por miles de trasnoches abatido,
situado en la ventana del olvido,
más allá de la cama, arrinconado,
hallábase la esposa a su cuidado,
desvelada al dolor de su marido,
que comparte con él y no hace ruido,
llorando una oración en su costado.
    Nunca se piensa que la vida, a veces,
se queda en la penumbra de la muerte,
y suele acontecer, que te estremeces
si descubres que a veces al quererte,
te dieron mucho más que tu mereces.
   Muchas gracias, amor, por merecerte.

                     Mi enfermera

    No ha mucho que te hablaba compañera,
querida esposa, cuidadora amante,
que supiste afrontar con gran talante,
aquellos viejos tiempos, que temiera,
orgulloso de mi, que me perdiera,
como un trasto que arroja, vacilante,
la parca inmunda, en el vacío errante,
del obscuro destino de mi espera.
   Tú fuiste mi ilusión y mi alegría.
   Llegué hasta ti con mi dolor transido,
pesimista de todo, aún no sabía,
que tu fuerza y valor, tan atrevido,
llegara a mí también un nuevo día
como un soplo de luz, no presentido.
                                                                                                                        
                  Tu alegría
 
    Por eso en mi dolor, siempre te hallaba,
tendida en mi silente compañía,
rezando en tu interior, mientras dormía,
porque siempre tu fe me despertaba.
   Una vez y otra vez me levantaba,
dejando mi dolor en tu alegría.
    Con tanto anhelo tu ilusión sentía,
que soñando en la vida me acostaba.
    Hiciste que le diera al sufrimiento,
una fuerte patada en el trasero,
porque tu sueño se hizo sentimiento,
porque tu esfuerzo fue mi consejero.
    Así eras tu, mi luz y pensamiento,
mi destino y mi amor tan duradero.

                     Mi ilusión

    Y así se despertó mi subconsciente,
dando gracias a Dios por tu cuidado,
por tus noches en vela, por mi estado,
por toda tu paciencia consecuente.
    Y lloraron mis ojos en la fuente,
donde acaban los llantos del cuitado,
y una vez que tu amor se hubo bañado,
se volvió cantarina y transparente.
    Y así volví a la vida, por tu esmero,
por tu fuerza y valor, por tu alegría,
por tu fe y tu tesón de misionero,
por tu gracia y amor, por tu porfía.
    Por eso he de decirte que te quiero,
con la misma ilusión del primer día.

                      La cuerda

    Siempre se ha dicho que la cuerda atada,
se rompe justo, por su débil nudo,
lo mismo que comienza en estornudo,
una gripe vulgar e inesperada.
    Siempre puse tu amor, junto a mi almohada,
mi cariño flotante junto al rudo
violento caminar de mi tozudo
empeño, por llegar a la estacada,
donde empieza la cuerda de la vida,
a tensarse brutal y consecuente,
acorde con la edad correspondida.
    Nunca quise pensar, siendo consciente,
que la cuerda estuviera carcomida,
por el nudo más fuerte y resistente.
                                                                                                                               
                                                              O.Z.M