Y el rumor se hizo ruido palpitante,
y empezó a deslizarse en lejanía,
llegó a la radio, sin querer, un día,
y a través de la misma, al escuchante.
Parece que esto fuera lo importante,
en esta España de hoy, quién lo diría,
un cambio que a la historia desafía,
tal vez por ser un hecho irrelevante.
Por lo visto es el propio Parlamento,
quién ha tomado parte en esta instancia,
tratando de arreglar cualquier evento,
que ponga en duda la habitual constancia
de la misma igualdad, mismo tormento,
del hombre y la mujer, e igual prestancia.
Los niños que en España hayan nacido,
después de que la Ley fuere presente,
no tendrán, como ayer, el precedente,
de tener por primero el apellido
del padre que lo hubiera concebido.
Pues la madre y esposa pertinente,
¿no pudiera alegar un precedente:
como el hecho de haberlo ella parido?.
Deberán discutir, quién va primero
en el concierto de apellidos dados,
y si no hubiera acuerdo al retortero,
serán los apellidos otorgados,
usando el alfabeto verdadero
y en el orden del mismo escriturados.
No quisiera escuchar a quien tuviera,
un ilustre apellido de nobleza,
que empezara, por mor de esta grandeza,
por la ese o la zeta postrimera.
Porque así no muy tarde se perdiera,
llorando allí en la absurda fortaleza,
donde siempre se esconde la belleza,
a impulsos de una Ley tan torticera.
Y aquellos matrimonios excelentes,
que la Ley del divorcio deshacía,
que tienen hoy parejas diferentes,
y nueva descendencia en esta orgía,
¿podrán determinar si son parientes,
los hijos del ayer y de hoy en día.
O.Z.M