sábado, 11 de mayo de 2013

ATARDECER



    Jirones de una nube desprendida,
algodones de amor en el vacío,
cayendo silenciosos,  cual rocío,
sobre la  rosa en el jardín dormida.

   Sus pétalos sintieron enseguida,
el fresco atardecer, escalofrío,
de su propio perfume, que en el rio,
bajaba respirando su ambrosía.

   Olores disfrazados  de belleza,
sobre el agua cantando de alegría,
llenaban de pasión Naturaleza,

y también, sin querer, el alma mía,
dejaba en la corriente, con presteza,
suspiros de ilusión y fantasía.


 
  El valle estaba verde, recostado,
al pie de la montaña  portentosa,
que ofrece un blanco albino, en su orgullosa
cabellera desnuda, al viento alado.

   Se escucha el claroscuro iluminado,
crepúsculo en la cima nebulosa,
perfil callado de color de rosa,
sobre el gris de la roca dibujado.

   Canta el  olivo en su habitual ladera,
y el cerezo se esconde en la espesura,
que la tarde, al morir, le propusiera.

   La rosa escapa a su gentil frescura,
escondiendo su risa placentera,
detrás del corazón de su hermosura.



                      O.Z.M.