Te vi llegar a casa sonriente,
preparando tu nido, golondrina,
en el mismo balcón de mi cocina,
volando sin cesar, constantemente.
Cuanto amor en tu pico, consecuente,
cuantos sueños volando en tu rutina,
cuantas veces te llevo en mi retina,
querida madre, de mi ayer ausente.
Donde estás, golondrina pasajera,
que volabas feliz sobre mi alero,
tu nido era mi casa, compañera,
y tu voz una luz en mi sendero,
que alumbraba la noche de mi espera,
y el sueño de un amor muy duradero.
Golondrina que antaño navegaba,
con las alas al viento, todavía,
te viera ayer jugar en tu alegría,
mientras solo en mi alcoba suspiraba.
Yo siempre, amiga mía, te esperaba,
cruzando el cielo de mi patria un día,
mirando siempre el nido, anochecía,
y esperando tu vuelta, te llamaba.
Regresaste africana, ilusionada,
madre de ayer, querida golondrina,
a formar en tu nido otra camada,
y advierto la ilusión que te ilumina,
otra vez he escuchado tú llamada,
detrás de tu sonrisa matutina.
O.Z.M.